La fuerza de una joven esclava
Caterina, la
madre de Leonardo Da Vinci, no era una campesina como se ha creído hasta ahora
sino una bella esclava de origen Sirio vendida por los turcos a un rico
mercader florentino quien la cedió, junto con otras propiedades, al padre de
Leonardo probablemente para saldar unas deudas.
Messer Piero pronto se rindió a la belleza de la joven y fruto
de ese amor nació Leonardo. Pero un rico notario no podía mantener esa relación
por mucho tiempo así que la casó con un empleado suyo llamado Piero Del Vacca. Así lo afirma Francesco Cianchi en su obra "Caterina
Esclava" quien afirma que en esa época existían más de quinientos esclavos
en Florencia.
Historias de Oriente
La joven
Caterina disfrutaba contando historias de su tierra oriental, mitos, leyendas y
cuentos sobre el profeta y sus hazañas y sobre personajes fantásticos del
desierto y los oasis y se burlaba de las absurdas creencias cristianas,
especialmente de la sagrada trinidad: -¿Como que te han devuelto un denario?
gritaba Messer Piero.
-Si, me
han devuelto tres en uno -contestaba la joven con descaro-.
Dos
historias eran sus preferidas una en la que Mahoma encontraba una lámpara
encendida en una cueva del desierto, la lámpara no se apagaba nunca y no se
parecía a nada que el profeta hubiera visto antes. Aunque se arrojara arena o
agua sobre ella su luz seguía brillando. Un día, resuelto a terminar con aquel
misterio, el profeta arrojó la lámpara a un pozo y entonces oyó una voz
atronadora que decía: -Mahoma, ¿por qué prefieres la oscuridad a la luz? Mahoma
ordenó recoger la lámpara y ya nunca se separó de ella.
y Occidente
La otra era
una historia verídica, Caterina la relataba así:
Según
los antiguos cronistas, en el siglo IX Abdul Abás Kasím Ben Firnás, nacido en
Ronda, una ciudad del sur de España hace cientos de años, mandó tejer una gran
túnica de seda con unos largueros de madera articulados que se podían mover y
abrir de forma similar a unas alas; con ellas se lanzó desde una torre llamada Ruzafa
y descendió planeando una buena distancia y dicen que sobrevivió para contarlo.
Aunque su aterrizaje -decía la bella esclava- no fue lo que se dice suave,
quedó cojo de por vida –afirmaba-.
Leonardo
escuchaba estas historias con la boca abierta, no se cansaba de oírlas, aunque
a su padre no le gustaban:
-Deja
de contar esas mentiras –gruñía-.