UNA MENTE INCANSABLE
Si algo caracteriza la compleja personalidad de Leonardo Da Vinci, es
su inquietud, su gran curiosidad y su afán de conocimiento. Constantemente
tiene que estar innovando, conociendo… no puede quedarse realizando una única
tarea, una y otra vez su mente va de acá para allá, no se detiene en
un oficio, en un saber, en una ciencia, lo abarca todo.
QUÍMICO Y
FORENSE
Incluso
cuando se dedica solo a la pintura, tiene que innovar los colores como si fuera
un químico: añadiendo agua, aceite, pigmentos. O va más lejos aún y explora el
cuerpo humano para analizar sus proporciones, su mecanismo y entonces desentierra
cadáveres como un médico forense en busca de la prueba definitiva que incrimine
al culpable o un doctor Frankenstein adelantado a su tiempo.
ARQUITECTO E
INGENIERO
Pero sin
duda lo que más llama la atención desde el punto de vista de quienes vivimos en el siglo
XXI y se nos ha martilleado el cerebro desde la infancia con lo necesaria que
es la especialización, es la destreza de Leonardo en el campo de la
arquitectura y la ingeniería, especialmente esta última. Hasta cierto punto es
lógico que se ocupe de la escultura como otros artistas habían hecho antes y harán después. El paso a
arquitectura es más complicado y en esto Miguel Ángel le supera con creces pero llegar a ser un
maestro en el campo de la ingeniería y concretamente en la militar, decididamente
no está al alcance de cualquiera.
EXPLORADOR Y
VIAJERO
Una mente
así no podía quedarse confinada a las fronteras de su ciudad, ni siquiera a las
de la península italiana, conocemos que sus últimos años los pasó en Francia,
pero de ¿donde viene su conocimiento de la ingeniería militar? Sin duda de sus
viajes de juventud por el mediterráneo y especialmente de su estancia en
Estambul, la antigua Constantinopla, aunque de esto no tenemos constancia
histórica.
La historia
se ha ocupado del pintor pero ha perdido al ingeniero que, por otra parte fue
olvidado al poco tiempo de su muerte.
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